Fireman, por: Kattepón.


NOTA: la versión de Fireman presentada en el foro Pothook, ha sido revisada y corregida por la autora. Aquí presentamos el escrito ya corregido. Por su atención, gracias.


Fireman
Noodle Kattepón Váiz
  




David, es el protagonista de la siguiente historia…
     El niño ponía mucha atención a las palabras que decían los visitantes en el salón de clases. Sostenían una emocionante charla acerca del fuego y los bomberos.
     ―Entonces, cuando hay fuego en casa; ¿a quién debemos llamar?
     ―¡A los bomberos!
     ―¡Muy bien chicos! Recuerden, los bomberos son como los súper héroes. Ante el peligro llámenlos, ¡y entonces vendrán de inmediato!
     ¡Pero qué estupenda idea! Sólo imagínenlo. Ver a un súper héroe real, así de cerquita, porque no es lo mismo apreciarlos tras la pantalla de la tv. Simplemente… Debe ser genial, ¿verdad, David?
***
Niño.
     Te diré algo muy importante. Olvídate de estos sueños, ya no alimentes más tus ilusiones. Porque, a veces, cuando deseas algo con mucha fuerza… puede, que la oscuridad se alimente de lo que piensas. Y, entonces, sólo vendrán los tiempos oscuros.
     ―¿Quién eres? ¡¿Un súper héroe?!
     ―No.
     ―¿Entonces?   
     ―Soy Custos, tu amigo. Tengo que advertirte que ella está usándote para llegar a Nora.
     ―¡Mira Custos, mira. El fuego!
     ―¡No, despiértate David, despiértate!
     El niño abrió los ojos, eran las tres de la madrugada, el tiempo más pesado.       El tiempo en que las ánimas caminan fuera del purgatorio. David sonríe, porque de nuevo ha soñado con los bomberos.

Custos respiró algo tranquilo. Había librado de las sombras, a ese iluso niño.   Pero, no olvide que a veces, el destino se inclina hacia el otro lado.
     ―Ja, ja, ja. Tendrá que suceder. Aunque intentes evitarlo, es mi turno.
     ―¡Aléjate Donker! Únicamente son niños.
     ―Hmm, ¿melancólico Custos?, no hay necesidad para alarmarte. Es natural… Natural que las cosas sucedan. Aunque éstas sean un poco grises u oscuras.
     ―¡No lo permitiré, maldita bruja!
     ―¡Ja, ja, ja! ¡Es mi turno!
***
Era sábado, y el día estaba más caluroso de lo normal, el aire que aventaba la máquina de acondicionado era insuficiente. Lo ideal era salir al patio y guarecerse bajo la sombra de la palapa que el señor García había colocado tiempo atrás: ―Es nuestro pequeño Hawái ―decía el padre de David a todo el que lanzaba bonitas críticas para ese lado de la casa.
     Y el suspirante De estaba ahí, tumbado sobre el pasto; bajo el cono elevado de la palapa. Mirando cómo avanzaban las deformes nubes a través de las rendijas que las delgadas tablas de madera no alcanzaban a cubrir.
     Meditaba David, en su imaginación de niño.
     ―David, ¿puedes venir un momento? ―solicitó Pepa, la bella dama terminaba de acicalar el fin de su larga trenza pelirroja.
     ―Hoy serás el hombrecito de la casa. ¿Entendiste?
     «Es la oportunidad».
     ―¡Sí!
     ―Iremos a la casa de la abuela, pero no tardaremos, ¿está bien?, Nora; obedece a tu hermanito ―gritó Roberto.
     La nena, dos años menor que su hermano, también jugaba en el patio. Los rayos del sol chocaban contra las rubias cabelleras de las muñecas que Nora peinaba con entusiasmo.
     «―Es la oportunidad».
     ―Pórtense bien. Regresaremos pronto.
     «―Es la oportunidad».
     ―¡Sí papá!
     David escuchaba la voz del viento y estaba de acuerdo con ella; el día estaba muy aburrido.
     ―¡Lo haré, sí. “Es el día para que el sueño se cumpla” Lo haré!
     Por cada recuerdo de los sueños con fuego, de las visiones con los súper héroes… el fuego. David esculpía una coqueta sonrisa.
     ―Porque hoy es el maravilloso día. Y Nora, sé que no molestará.
     »―¡No, detente Donker. Detente! Por favor, no continúes envenenando la imaginación de ese niño.
     »―Es el orden natural de los mundos. No te aflijas Custos. ¡Es mi turno!

Las amarillas, largas y pesadas cortinas de la ventana que daba al patio; permanecían quietas. Ni siquiera se inmutaban por la ligera corriente de aire que entraba por la parte superior del ventanal. El metálico color de los gruesos listones que recogían cada trozo de tela; reflejaban tímidamente la pequeña flama que devoraba la cabeza roja de un cerillo.
     David esperó a que la mayoría del cuerpo de su mínimo y resplandeciente compañero se acabara. En cuanto presintió que el calor dañaría las yemas de sus dedos, el niño soltó el trozo de madera chamuscada. Entonces, una leve mancha oscura apareció en la alfombra.
     Srishh. Srishh. Srishh. El sonido en el fondo de la caja de cerillos se escuchaba muy bien; era un chispeante show que tenía un efecto muy parecido a lo que sucede cuando derrumbas; una tras otra, las fichas del juego Dominó.
     Pronto, la fogatita alcanzó la tela de las cortinas, una delgada columna de fuego creció hasta alcanzar las redondas y delgadas barras de aluminio. Los aros plásticos que sujetaban la tela, comenzaron a escurrir en forma de chorros pestilentes sobre el piso.
     ―¡Oh, sí! ―gritó entusiasmado el niño.
     David salió al patio, llevaba consigo el teléfono inalámbrico. Esperó a que las llamas fueran más grandes, así los bomberos no se desilusionarían por tener tan miserable acción en su trabajo.
     ¡Arde, arde la casa! ¡Mira, aquí está el fuego y lo devora todo!
     »―¡Detente, no lo hagas, por favor. Donker, detente!
     »―¡Lárgate Custos!, no te entrometas más o… ese niño también lo pagará.
     Olvídate de estos sueños, porque…
     HAAAAA ¡David, David, ayúdame!
     ―¿¡Nora!? ¡Sal, sal! ―David intentaba abrir la puerta, pero de ninguna manera pudo lograr su cometido―. ¡Nora, Nora!
     En un momento, el pequeño olvidó todo. El teléfono había quedado abandonado a la mitad del patio. Ya no había recuerdos de héroes y bomberos.
     ¡El fuego lo devora todo, con prisa! ¡Devora fuego y tráeme los huesos de mi pequeña Nora!
     ―¡Ayuda, ayuda!... “¿Por qué hermanita, ¡por qué!?”
     Ella había regresado al interior de la casa, atraída por la aparición de una hermosa muñeca oscura, la segunda le ofreció un llamativo cepillo de plata.
     ―¿Peinamos a tus muñecas? ―preguntó a Nora.
     ―Ajá… ―contestó la niña sin dejar de ver a la joven que permanecía sentada en el centro de la sala―. Eres muy bonita.
     ―¡Ja, ja, ja! Gracias lindura. ¿Te quedarás conmigo?
     ―¡Sí!
     ―Hmja. Nos vamos a divertir juntas, Nora.
     ¡El fuego lo devora todo, con prisa! ¡Devora fuego y tráeme los huesos de mi pequeña Nora!
    
Los vecinos pudieron controlar el fuego cuando ya fue demasiado tarde.
     Y, los bomberos, nunca aparecieron.
***
No alimentes más tus ilusiones. Porque, a veces, cuando deseas algo con mucha fuerza… puede, que la oscuridad se alimente de lo que sueñas.


Ilustración superior: Jezabel Rim.
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